Durante dos meses, la División Investigaciones Antidrogas Zona IV de la Policía de la Ciudad estuvo tras los pasos de una operación narco que tenía como epicentro un kiosco en la calle Alsina al 1200, en el barrio porteño de Monserrat.
Las sospechas surgieron a partir de movimientos inusuales: un comercio con escasa oferta pero un flujo constante de personas que entraban y salían rápidamente.
Las autoridades informaron a la Unidad Fiscal Especializada en Investigaciones Vinculadas a Delitos con Estupefacientes (UFEIDE), dirigida por la Dra. Cecilia Amil Martín, quien ordenó profundizar la investigación. “Era evidente que no se trataba de un negocio convencional. Las pruebas fueron contundentes”, declaró una fuente policial.
El operativo culminó con tres allanamientos simultáneos:
En el kiosco de Monserrat, detuvieron a una joven argentina de 23 años, quien atendía y distribuía la droga.
En uno de los departamentos utilizados como depósito en Marcelo T. de Alvear al 900 (Retiro), capturaron a un ciudadano venezolano de 20 años, en posesión de 217 gramos de cocaína.
También se encontraron tres dispositivos de clonación de tarjetas.
En otro departamento contiguo, sin ocupantes al momento del allanamiento, los oficiales hallaron una bolsa con 517 gramos de cocaína escondida en un doble fondo de un mueble.
Se incautaron un total de 851 gramos de cocaína, valuados en millones de pesos en el mercado ilegal.
La red estaba bien organizada: el acopio se realizaba en departamentos del centro porteño, mientras que el kiosco servía como punto de venta directa.
“Estas operaciones demuestran que, a pesar de las fachadas inofensivas, el narcotráfico sigue operando en el corazón de la ciudad.
Es vital el trabajo de inteligencia para desarticular estas redes,” afirmaron fuentes oficiales.
La investigación continúa para determinar si existen más implicados en esta estructura delictiva. Mientras tanto, el caso refleja una problemática persistente en la lucha contra el narcotráfico urbano.
Los kioscos son utilizados como “pantallas” para la venta de drogas y la comisión de otros delitos debido a varias razones estratégicas y operativas que los hacen ideales para este tipo de actividades ilícitas.
Aquí te explico los principales factores:
Alto tráfico de personas
Los kioscos suelen tener un flujo constante de clientes, lo que facilita la disimulación de transacciones ilegales entre las legales. La entrada y salida frecuente de personas no levanta sospechas, incluso si algunas visitas son para comprar drogas.
Horarios extendidos y discretos
Muchos kioscos operan hasta altas horas de la noche o incluso 24 horas. Esta disponibilidad facilita la venta clandestina en horarios en los que la vigilancia es menor. Además, al tratarse de negocios pequeños, el control puede ser menos estricto que en locales más grandes.
Facilidad de camuflaje
Dada la variedad de productos vendidos en un kiosco (cigarrillos, golosinas, bebidas), es fácil ocultar drogas o dinero entre la mercancía legal. También permite disimular transacciones rápidas.
Apariencia legítima
Un kiosco ofrece una fachada legítima, lo que reduce la sospecha de actividades ilegales. Incluso puede tener habilitaciones legales y clientes genuinos, lo que dificulta la detección por parte de las autoridades.
Conexiones comunitarias
Suelen estar ubicados en barrios residenciales, donde los dueños conocen a los vecinos. Esta familiaridad puede ser utilizada para disuadir denuncias y ganar la confianza de quienes frecuentan el negocio.
Operación de “delivery”
En algunos casos, los kioscos actúan como centros de distribución, donde la droga es entregada a “clientes” que luego la llevan a otros puntos. Esto minimiza el riesgo de grandes decomisos en un solo lugar.
Ejemplos recientes en Argentina
Monserrat (Ciudad de Buenos Aires): Un kiosco funcionaba como punto de venta de cocaína, mientras dos departamentos cercanos eran utilizados para almacenar la droga.
Lomas de Zamora: Se detectó una red que usaba kioscos y despensas barriales como fachada para la distribución de marihuana y cocaína.
Opinión de expertos
Según el criminólogo argentino Diego Santilli, “estos pequeños comercios son ideales para el narcomenudeo porque combinan accesibilidad con un bajo perfil. La clave es que no llaman la atención.”
El uso de kioscos como pantallas refleja la adaptación del narcotráfico a entornos urbanos.
La detección requiere un trabajo de inteligencia prolongado, como se ve en operativos recientes, donde la observación de patrones fue clave para desarticular estas redes.
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