
Iryna Potapenko, una ilustradora ucraniana de Odessa que desde el inicio de la guerra vive bajo tierra con su marido y sus animales para resguardarse de las bombas, halló en sus ilustraciones, que dieron vida a las “Crónicas del sótano”, una vía de escape.
“Cuanto más tiempo te sientas en el sótano, más ganas tienes de subir, abrir los brazos, abrir las alas y despegar”, confesó Potapenko.
En sus crónicas refleja la cotidianidad de un conflicto que ha transformado el mundo “en blanco y negro”, en sus palabras.
“Por eso mis dibujos están saturados de colores”, aclaró.
Y de ironía: “Trato de sacar a relucir mi sentido del humor, escondido en algún lugar, como un conejo blanco temblando”.
Un pastel de cumpleaños llevado a su marido moviéndose a cuatro patas para no golpearse la cabeza contra el techo bajo, las mascotas observándola mientras se baña porque, en un espacio tan pequeño, hay poca intimidad.
Todo eso está en sus dibujos.
También por los dos perros y los cuatro gatos, Iryna y su marido decidieron quedarse en Odessa, a pesar de que, cuando estalló la guerra, confesó, “pensamos en ir al extranjero”.
Desde la invasión rusa, la vida de Iryna no ha cambiado mucho.
“Antes pintaba y pinto ahora, pero se sumaron las horas que pasaba en el sótano. Puedo trabajar aquí también, es como si estuviéramos en ‘Alicia en el país de las maravillas’: tenemos botes de mermelada, repisas, escaleras.
En lugar del Conejo Blanco, mi esposo Alex. Cierto, no tiene bolsillo para el reloj, pero tiene una linterna, un pico y un respirador”, relató.
Además del estilo, algo más cambió en las historias de la ilustradora: el idioma en el que escribe.
Toda su vida, de hecho, Iryna habló ruso, como muchas personas de Odessa. Ahora optó por cambiar al ucraniano.
“Para reponer el vocabulario, pedí a mis amigos que me recomendaran autores ucranianos modernos”, detalló.
El primer libro que leyó fue “Toreadors from Vasyukivka”, un volumen de literatura infantil ucraniana sobre dos niños perdidos en el metro de Kiev.
Yryna suele pensar muchas veces en el fin del conflicto. La ilustradora afincada en Odessa ya sabe lo que hará cuando esto suceda.
“Una amiga mía de Kiev me prometió llevarme en un avión deportivo después de la guerra. Estuvimos a punto de volar el verano pasado, pero no tuvimos tiempo. Ahora estoy esperando a que ganemos, luego me sentaré en la cabina con el piloto y volaremos”, concluyó. (ANSA).
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