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Reflexiones sobre el comienzo y el rol de la escuela en la construcción de futuros

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El encuentro en la Escuela N° 20 D.E. 8 de Buenos Aires dejó en claro la importancia de las narrativas en la educación y cómo estas pueden transformar los comienzos desiguales de los estudiantes.

El 20 de agosto, la Escuela N° 20 D.E. 8 «Granaderos de San Martín» fue el escenario de un revelador encuentro educativo titulado La educación como narración: la pregunta por los comienzos. Docentes de todos los niveles educativos de la Ciudad de Buenos Aires se reunieron para reflexionar sobre el poder de las narrativas en el ámbito educativo. El evento ofreció una oportunidad única para pensar cómo la educación, en un contexto de fragmentación y cambio, puede recuperar la narración como un medio para abrir puertas a nuevas posibilidades para los estudiantes, especialmente para aquellos que enfrentan comienzos desiguales.

Durante la jornada, el pedagogo Carlos Skliar destacó un punto clave: «Contar algo a alguien significa contar con el otro. No se trata solo de un relato personal, autobiográfico; significa, entre varios aspectos, contar con el otro para que esa narración no muera». Esta cita, que marcó el tono del encuentro, subraya el valor de la narración en la educación. En un mundo cada vez más dominado por las micro-narrativas, que desdibujan el hilo narrativo profundo, Skliar instó a los docentes a recuperar el acto de contar como una forma de conectarse con los estudiantes y con la comunidad, evitando que las historias se pierdan en la inmediatez.

Este llamado a la reflexión sobre la narrativa no fue un ejercicio abstracto, sino una provocación directa a las prácticas cotidianas en las aulas. Skliar y otros pensadores presentes en el encuentro trazaron un panorama donde la educación debe hacerse cargo de las formas de sensibilidad que se están perdiendo en la actualidad. «La pregunta es, ¿qué hace la educación con estas formas sensibles?» Fue una de las preguntas fundamentales que se plantearon los asistentes. ¿Cómo recrear atmósferas narrativas en el aula que permitan la lectura, la conversación, el juego o la experimentación? ¿Cómo crear espacios donde las historias puedan ser contadas, reescritas y compartidas, para que los estudiantes no solo aprendan contenidos sino también experiencias, sentimientos, y la riqueza de las historias compartidas?

La conferencia de Skliar también rescató las ideas de la filósofa Hannah Arendt sobre el comienzo. Arendt vinculaba la educación con el momento en el que los alumnos, los «recién llegados», son introducidos a un mundo que les preexiste. Este acto de dar la bienvenida es, según Skliar, la esencia misma de la educación: «Educar tiene que ver con el comienzo, con dar la bienvenida a los que nacen», expresó, subrayando que este comienzo no es solo un momento de aprendizaje académico, sino de inserción en un mundo lleno de historias, conocimientos y relaciones. La escuela, entonces, tiene la tarea de ofrecer ese primer paso hacia el mundo del saber y, en el proceso, de crear un espacio de pertenencia, donde cada alumno se sienta valorado desde el primer momento.

Sin embargo, el contexto actual presenta desafíos significativos: no todos los comienzos son iguales. Para muchos estudiantes, la llegada al sistema educativo está marcada por desigualdades sociales, económicas y emocionales. «El hecho de no haber sido bienvenido en el nacimiento no debe predeterminar el futuro», destacó Skliar, apuntando a uno de los problemas centrales del sistema educativo contemporáneo: la concepción de que los destinos de los estudiantes están escritos de antemano según su origen o su contexto familiar. Esta visión fatalista, que limita las posibilidades de los alumnos desde sus primeros años, debe ser desafiada por los docentes, quienes tienen la capacidad de ofrecer una oportunidad de recomienzo.

El pensamiento de Skliar se aleja de la concepción tradicional de la educación como un proceso lineal y determinista. La práctica educativa debe estar orientada hacia el recomienzo, hacia la posibilidad de reescribir las trayectorias personales de los estudiantes, sin importar su pasado o las condiciones de su entrada al sistema educativo. En este sentido, la escuela se convierte en un espacio de resistencia frente a las desigualdades preexistentes y en un motor de transformación social.

En términos concretos, la conferencia apuntó a que los docentes deben apostar por crear espacios donde los estudiantes puedan encontrar nuevas formas de expresión, como la narración, la lectura y la experimentación, que les permitan transformar su entorno. Además, es esencial que se fomente el trabajo colaborativo entre los alumnos, para que juntos puedan construir relatos que los unan y les den la posibilidad de superar las barreras de la desigualdad.

Como reflexión final, Skliar cerró su intervención afirmando que la verdadera función de la educación no radica en transmitir conocimientos, sino en «recomenzar» una y otra vez, con cada estudiante, con cada grupo, en cada aula. La escuela debe ser el espacio donde todos los estudiantes tengan la oportunidad de reiniciar su trayecto, sin que el peso de las desigualdades previas determine su futuro. Es por eso que el rol del docente se presenta como el de un facilitador de nuevos comienzos, de nuevas historias que contar, que compartir, y que vivir juntos.

El encuentro en la Escuela N° 20 D.E. 8 fue, por lo tanto, un recordatorio poderoso de que, más allá de los desafíos y las dificultades, la educación tiene el potencial de ser una herramienta de transformación profunda, capaz de ofrecer a cada estudiante la oportunidad de reinventarse y de empezar, siempre, una nueva narración.