Un reciente estudio de la consultora Moiguer revela que el 52% de la población argentina siente que su capacidad de consumo ha empeorado en comparación con el año anterior. Este dato pone de manifiesto la creciente preocupación de los ciudadanos ante la persistencia de la inflación y el estancamiento de los ingresos, lo que ha llevado a muchos a repensar sus hábitos de consumo y a enfrentar una realidad financiera más austera.
La resignación se ha apoderado de un gran número de hogares, con un alarmante 74% indicando que se han visto obligados a restringir algún tipo de gusto o capricho. Esta tendencia refleja un cambio en la mentalidad del consumidor, que ahora prioriza los precios por encima de sus preferencias personales. Las salidas al cine, las cenas fuera de casa o incluso pequeños lujos se han convertido en decisiones difíciles de tomar, ya que cada gasto debe ser cuidadosamente evaluado.
Correr detrás de las ofertas
La caza de promociones se ha transformado en una tarea agotadora para muchos argentinos. Según el estudio, el 76% de la población llega a fin de mes estresado por la necesidad constante de “correr detrás” de descuentos y ofertas. Este agotamiento no solo afecta la salud mental, sino que también impacta en la calidad de vida, ya que los consumidores sienten que deben estar siempre alerta para obtener el mejor precio.
El futuro parece incierto para una gran parte de la población. Un preocupante 60% ha decidido frenar o posponer proyectos importantes, como reformas en el hogar, nuevos negocios o mudanzas. Esta falta de planificación a mediano y largo plazo es un indicativo claro del clima económico actual, donde las personas prefieren enfocarse en el presente y evitar compromisos financieros que podrían resultar insostenibles.
Para hacer frente a esta situación, muchos hogares han comenzado a incorporar alternativas más accesibles en su canasta básica. El estudio indica que un 37% opta por productos de limpieza sueltos, un 33% ha cambiado carne de res por pollo, y un 28% recurre al agua de la canilla como una opción más económica. Estas decisiones reflejan una adaptación forzada a las circunstancias económicas actuales.
Finalmente, más del 80% de los encuestados asegura haber reducido su consumo o eliminado ciertos gastos cotidianos este año. Ya sea prescindiendo del taxi o Uber, limitando las salidas familiares o evitando comprar marcas premium en alimentos, esta tendencia señala una clara disminución en el nivel de vida y un aumento en el mal humor social. La combinación de estos factores sugiere que el deterioro del poder adquisitivo no solo afecta las finanzas personales, sino también el bienestar general de la población argentina.
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